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Alan Deyermond

En un mensaje optimista de Alan Deyermond que se leyó desde la mesa presidencial durante el XIII Congreso de la AHLM en Valladolid (ya publicado en las Actas del mismo, dedicadas a su memoria: I, pp. 15-16), expresó el eminente medievalista su esperanza de asistir al próximo congreso; su muerte súbita (resultado de una infección que le prendió durante un periodo de tratamiento médico en un hospital inglés) coincidió con el último día del congreso vallisoletano de 2009.

Los datos biográficos esenciales de su vida se conocen bien. Nacido en El Cairo, en aquel entonces bajo el control británico, volvió a Inglaterra con su familia antes de la Segunda Guerra Mundial, educándose primero en Liverpool (donde, irónicamente, su padre le envió para ponerle fuera del alcance de los bombardeos áereos por la aviación militar alemana que se esperaban en el sur de Inglaterra al estallar la guerra; pero dicha ciudad sufrió enormes daños) y luego en St Helier, en la isla de Jersey, antes de empezar sus estudios universitarios en 1950 en el Pembroke College de la prestigiosa Universidad de Oxford. Habiéndose licenciado en 1953, empezó sus estudios de posgrado bajo la dirección del entonces catedrático oxoniense P. E. Russell (quien sería, posteriormente, la máxima figura del hispanismo medieval británico), sobre el tema de la presencia de Petrarca en La Celestina; obtuvo el grado de B.Litt. en 1957. Dos años antes, en una carrera académica típica del mundo universitario inglés de aquella época, se había colocado Alan Deyermond en su primer puesto como 'Assistant Lecturer', en su caso en el Westfield College de la Universidad de Londres, en el cual (aunque posteriormente formó parte del Queen Mary College, de la misma Universidad) pasó la totalidad de su carrera docente y de investigación (salvo varios periodos de visitas académicas en EEUU y España), con sucesivos avances profesionales bastante rápidos (pasando a 'Lecturer' en 1958, a 'Reader' en 1966, y finalmente a 'Professor', en 1969, siendo este último puesto una cátedra ad hominem, otorgada especialmente por sus méritos académicos, no —¡a la edad de 37 años!— un avance automático por 'ancianía bien gastada'). Posteriormente, le honraron con sus doctorados honoris causa las universidades de Georgetown (EE.UU., 1995), Valencia (2005), y Granada (2009), siguiendo éstas una pauta ya establecida por la de Salamanca con su prestigioso Premio Nebrija (1994). Su alma mater oxoniense ya le había concedido el doctorado superior (D.Litt.) a mediados del decenio anterior (1985); vale la pena subrayar la excepcionalidad de este título en el contexto del hispanismo británico.

Esta estabilidad profesional ofrecida por su carrera londinense encontró un paralelo en su vida privada con su adorada esposa Ann (se conocieron por primera vez mientras ambos estudiaban en Oxford, donde Ann estudiaba la Historia; se casaron en 1957), y después su hija única Ruth, cuyo éxito en licenciarse por la misma Oxford les dio enorme placer y satisfacción a sus padres. En la casa de St Albans donde se estableció la familia después de salir de Londres, así como en su despacho universitario de la capital, los medievalistas siempre encontraban una acogida generosa y una hospitalidad ejemplar. Dos aspectos se destacan sobre todo: el respeto que ofreció Alan siempre a los colegas jóvenes y a los estudiantes doctorales, y su entusiasmo para el trabajo ajeno. El apoyo bibliográfico, las sugerencias útiles (para asuntos de estilo, argumento, evidencia), los paralelos sacados de otros textos… todos los que pasaron por su despacho salieron con algo relevante y nuevo. Dedicó horas a la lectura de los borradores de artículos y libros que se le enviaron desde ambos lados del Atlántico, y sus comentarios fueron pormenorizados y atinados. En la docencia y en la dirección de tesis doctorales, exigía Alan mucho de sus estudiantes, pero también les daba mucho. En la investigación, exigía de los estudiosos los más altos niveles de precisión y exactitud, y a veces no dudó en ofrecer una crítica dura, pero merecida, cuando no los encontró en los trabajos publicados.

Estas características se notaron también en su actividad editorial. Fruto de sus largos años de colaboración con el catedrático principal del Departamento de Westfield, John Varey, fueron la colección Tamesis y otras colecciones publicadas por la casa editorial londinense de Grant & Cutler (Critical Guides to Spanish Texts; Research Bibliographies and Checklists). Como editor, Alan Deyermond manifestó siempre una perspicacia crítica de amplias perspectivas y acertado criterio, resultado de años de lectura en latín, francés, castellano e inglés, y una atención cuidadosa a los pormenores textuales; las mismas cualidades fueron características de sus propias publicaciones y se impusieron naturalmente en su actividad editorial en Queen Mary, con los Papers of the Medieval Hispanic Research Seminar (PMHRS).

La bibliografía científica de Alan Deyermond es excepcional. Su primero libro se basó en su tesis, The Petrarchan Sources of La Celestina (Oxford, 1961); el segundo, Epic Poetry and the Clergy (Londres, 1969), abrió terreno nuevo. Pero la obra que sirvió para establecer su presencia sólidamente en la Península Ibérica fue su tomo The Middle Ages en la obra colectiva A Literary History of Spain, dirigida por R.O. Jones (Londres, 1971), especialmente como consecuencia de su traducción al castellano, La Edad Media (Barcelona: Ariel, 1973). Por la visión nueva que ofreció del conjunto literario hispánico, tuvo un éxito enorme en la España de la transición de la dictadura a la democracia, éxito que debe más a la calidad y la independencia intelectual del libro que a la feliz coincidencia cronológica de los acontecimientos políticos peninsulares que iban a desencadenarse medio decenio después de su publicación. Dicha obra preparó el camino para el tomo medieval de la Historia y crítica de la literatura española. Entretanto, la lista de ediciones, estudios, artículos y notas se hacía cada vez más larga. A la bibliografía preparada cuidadosamente por Jane Connolly será preciso añadir varios estudios más, porque, además de los que ya se han publicado después del fallecimiento del maestro, todavía están en prensa o en preparación otros artículos y notas inéditos encontrados entre sus papeles.

Además de actuar como decano de Westfield, entre las actividades profesionales fuera de su propia universidad que emprendió Alan Deyermond se encontraban los comités editoriales de revistas especializadas en el campo del hispanismo y del medievalismo (BHS, JHP, JHR, y muchas más), y los comités de dirección de sociedades eruditas locales (London Medieval Society), nacionales e internacionales (AIH, Courtly Literature, AHLM). También ejerció varias funciones como miembro de la British Academy (FBA), entidad nacional para la cual editó, por ejemplo, un grueso tomo dedicado a la historia de los estudios medievales en Gran Bretaña, mientras que para la Modern Humanities Research Association editó y revisó el libro de estilo de dicha sociedad. Su dedicación a fomentar los estudios medievales y el hispanismo fueron ejemplares. Debo subrayar con énfasis esta participación activa e impresionante en una gama tan amplia de los aspectos estructurales —importantes aunque rutinarias— de su profesión, porque hay un hueco notable en la lista en el contexto actual del mundo universitario británico: gracias a sus firmes principios cívicos y a su rigurosa ética profesional, Alan nunca se prestó para servir de asesor oficial en los sucesivos ejercicios de evaluación de la docencia y de la investigación universitarias impuestos sobre las universidades británicas por el gobierno a partir de finales de los años 80. En esta decisión, su desarrollo político —liberal— y solidaridad profesional con los colegas jóvenes fueron una combinación decisiva. En su correspondencia y su conversación privada, sabía satirizar de manera aguda las pretensiones de la nueva clase de 'directores' de la actividad intelectual; sus versiones paródicas de documentos
y anuncios oficiales hubieran constituido una literatura samizdat subversiva sin par si se hubiesen conservado, además de atestiguar, de manera inesperada pero impresionante, su buen humor, cualidad que, en circunstancias más formales, aliviaba también sus clases, sobre todo cuando la presencia en el aula de uno de los sucesivos perros de la familia le ayudaba a ilustrar (o mejor dicho, a dramatizar) el episodio del león cidiano. Si fuera preciso resumir en una sola palabra a Alan Deyermond, tendríamos que decir que tenía una humanitas esencial, que le ayudó a establecer relaciones excelentes con personas de todo tipo, de todas las edades y de todas las clases sociales, desde los estudiantes de primer año a la Reina Madre (quien, en su papel de Canciller de la Universidad de Londres, fue recibida por Alan como Decano cuando visitó Westfield College), sin olvidar a las secretarias universitarias de Westfield y Queen Mary, a las cuales convirtió en un equipo alegre de apoyo administrativo e infraestructural para su Medieval Hispanic Research Seminar. En este contexto, es un hecho documentado pero no muy conocido que en una ocasión viajó desde Londres a Colchester (condado de Essex), para discutir con un grupo de representativos locales de los sindicatos obreros (Federation of Trades Councils) el tema de la función y la misión de las universidades; el resultado de su visita fue un voto del comité organizador (un grupo poco amigo del privilegio social que se asociaba tradicionalmente con las universidades en la Inglaterra de aquella época) para solicitar el apoyo oficial de la Federación para las actividades del sector universitario, y para invitar a otros ponentes del mismo sector en su programa futuro de reuniones.

El hecho de que en ocasión de su funeral en St Albans estuvieron presentes amigos, colegas y ex-alumnos de cuatro continentes ofrece un testimonio elocuente del alcance de la influencia de Alan Deyermond, a quien le echamos de menos no solamente por sus conocimientos bibliográficos, por sus vastas e inteligentes lecturas, y por sus múltiples aportaciones al hispanismo y al medievalismo, sino también por su humanidad y su generosidad.

David Hook