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Cesare Segre

Cesare Segre fue catedrático de Filología Románica en la Universidad de Pavía, a donde había llegado tras ocupar la titularidad de la materia en la Universidad de Trieste. Y ya desde sus años de estudiante universitario en la Universidad de Turín, donde se doctoró en 1950, momento en el que comienza su colaboración con Gianfranco Contini para la preparación de Poeti del Duecento, después de haber sido secretario de Santorre Debenedetti, con quien inició sus estudios filológicos, su trabajo ha sido incesante.

En una primera etapa, su inquietud investigadora se orienta hacia el estudio de la historia de la sintaxis y la prosa italiana. Trabajos como La sintassi del periodo nei primi prosatori italiani, Edonismo linguistico nel Cinquecento ola antología Volgarizzamenti del Due e Trecento, preocupación que también hace extensiva a la literatura francesa, constituyen un exponente de esta inicial vertiente, de la que serán testimonio también trabajos posteriores como su inestimable Prosa del Duecento, editada en colaboración con M. Marti y el volumen Lingua, stile e societá, donde se recogen buena parte de los trabajos más significativos de este ciclo. Sin olvidar su ya mencionada colaboración con Contini en Poeti del Duecento.

Su dedicación crítica pasa muy pronto, podemos decir que casi de manera simultánea, de los autores italianos, como Guitone o Bono Giamboni (la edición crítica de su Libro de’ Vizî e delle Virtudi estaba ya preparada en 1960, aunque vio la luz años más tarde), a los franceses. La edición del Bestiaire d’Amours de Richart de Fornival (Premio Borgia dell’Accademia dei Lincei) se publica en 1957. La de la Chanson de Roland, en 1971, y la nueva edición francesa (Prix La Grange de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, Institut de France) en 1989.

Hay que destacar también su preocupación textual sobre Ariosto, con las ediciones críticas del Orlando Furioso, los Cinque Canti, y las Satire.

Pero la inquietud filológica no se para en el texto, en su edición crítica, sino que indaga sus orígenes y relaciones. Son numerosísimos los trabajos de investigación sobre las fuentes, variantes y correlaciones. Así, por ejemplo, señala la huella del Tristan en prose y los diálogos de Leon Battista Alberti en Ariosto, o las del Novellino en Lope de Vega; hace un recorrido por el “itinerarium animae” que desemboca en la Divina Comedia; subraya las relaciones entre algunos poemas hagiográficos provenzales y franceses y las chansons de geste; compara los lais de María de Francia con la serie anónima; sin olvidar el estudio de las fuentes en el ámbito de la literatura contemporánea.

Tampoco ha sido ajeno a la teoría de la literatura. A raíz de la difusión del formalismo ruso y el estructuralismo de la escuela de Praga, en particular de Mukarovsky, sin soslayar los escritos de Roman Jakobson y Lévy-Strauss, comienza a publicar toda una serie de trabajos críticos sobre el estructuralismo y la semiótica, que constituyen la primera avanzadilla del debate sobre estos planteamientos de la crítica literaria. Contrario al estructuralismo, seudorracionalista y ahistórico, francés, intenta realizar una historiografía literaria que, partiendo de los planteamientos semiológicos, destaque las relaciones recíprocas entre el texto y la cultura en la que surge, el texto y su contexto. A su aislamiento o, lo que es aún peor, su desconstruccionismo opone la capacidad comunicativa, polifónica, de la literatura a través de la multiplicidad del sistema lingüístico, la pluralidad de los puntos de vista, la perspectiva de la narración y la disparidad de las voces.

En este sentido, y como prueba también del continuo enriquecimiento de ideas y la propia evolución de los planteamientos teóricos del autor, hay que resaltar sus trabajos Lingua, stile e società (Milano 1963), I segni e la critica (Torino 1969, con traducción al inglés, español y portugués), I metodi attuali della critica en Italia, editado con Maria Corti en 1970, Le strutture e il tempo (Torino 1974, también traducido al inglés, español y portugués), Semiotica, storia e cultura (Padova 1977, traducido al español), Literarische Semiotik (Stuttgart 1980), Teatro e romanzo (Torino 1984), Avviamento all’analisi del testo letterario (Torino 1985, traducción inglesa y española), Istoria-Cultura-Critica (Bucarest 1986), Due lezioni di ecdotica (Pisa 1991), Notizie dalla crisi, y su simétrico Ritorno alla critica (Torino 1993 y 2001, respectivamente).

Sin embargo, esta militancia en el ámbito de la teoría literaria no lo ha alejado ni un ápice de la filología, de la Filología Románica, impulso inicial y vital de su trayectoria docente e investigadora. Uno de sus trabajos lleva el significativo título de Semiotica Filologica, auténtico “manifiesto” de la particular concepción que ha caracterizado la actividad crítica desarrollada por el autor y la crítica literaria italiana en los últimos decenios. Porque si realmente se ha podido evitar, o al menos paliar, el confusionismo existente a partir de la difusión del estructuralismo y la semiótica, y la consiguiente renovación metodológica, con su excesiva carga de racionalismo o seudorracionalismo, ha sido gracias a la pervivencia de una tradición filológica que ha hecho apostar por un realismo, fundamentado en la conciencia de que la crítica debe estar siempre al servicio del texto, y no a la inversa, que el contexto histórico es un elemento esencial para su integral comprensión. De ahí la necesidad de “reforzar la semiótica con el tesoro de las experiencias filológicas, y reformular los procedimientos filológicos en la nueva perspectiva semiótica”.

Es esta simbiosis significativa, la que le ha permitido acercarse a la obra literaria, abriendo nuevos y sugerentes caminos, no sólo en el ámbito de la Filología Románica sino en el de la ciencia de la literatura; siempre desde la perspectiva del máximo respeto al texto y la necesaria y enriquecedora conjunción de todos los medios necesarios para su total comprensión. El texto es siempre el centro de atención, el punto de partida y el objetivo final del quehacer literario, pero sin caer en el peligro de su total y exclusivo aislamiento mediante una concepción comunicativa de la literatura, tendente a definir las relaciones entre el texto, los modelos culturales y la historia, que subraye la pluralidad de los puntos de vista y la voces que animan el texto y los diversos niveles del sistema lingüístico. Desde esta perspectiva bajtiniana, Cesare Segre es capaz de proponer una nueva visión de la novela del Novecento o el roman medieval. En este sentido hay que destacar sus investigaciones sobre la comunicación teatral y novelesca; analizada en Teatro e romanzo como diálogo polifónico, a través de la modulación de las voces del autor por los personajes narrados o puestos en escena y la multiplicación de los puntos de vista. Una preocupación también presente en Intrecci di voci. La polifonia nella letteratura del Novecento (1991).

Pero siempre desde la condición inicial y prevalecedora del filólogo románico. Una especial toma de posición que en el Congreso sobre la Literatura italiana del Novecento (balance de un siglo), celebrado en Roma en 1996, en el que en el marco de “La escritura del Novecento” disertaba sobre “La revolución Gaddiana”, le hacía reivindicar las excelencias de un Trecento cuyas tres coronas difícilmente cualquier otro periodo, y cualquier literatura, podría superar.

Es esa misma formación filológica la que lo ha conducido, de manera absolutamente natural y espontánea, al estudio comparativo. No hay que olvidar en este sentido que el método era consustancial a la Filología Románica, incluso antes de su conformación y consolidación en la teoría literaria. Baste destacar un título como Ecdotica e comparatistica romance (1998).

Sin que ello impida en modo alguno, sino al contrario, nuevas y sugeridoras posibilidades de acercamiento al texto desde la consideración, por ejemplo, de las relaciones entre el nivel verbal y el plástico, la narración de palabra y de figura, y el establecimiento de un lenguaje visual.

Claro que ha sido también este enriquecimiento de procedimientos de análisis de la obra literaria y su consideración teórica el que ha proporcionado nuevos puntos de reflexión y nuevas perspectivas en la investigación filológica. Sus ediciones de la Chanson de Roland proporcionan los materiales y argumentos necesarios para una reconstrucción del arquetipo, en la que el concepto de sistema ha permitido determinar lecturas originales.

En ese incesante caminar de la teoría a la praxis literaria, en ese continuo recorrido por los sugerentes vericuetos de las literaturas románicas, tanto en su vertiente medieval como moderna, la situación española no le ha sido ajena. No sólo por su dedicación académica, como catedrático de Filología Románica de la Universidad de Pavía, donde ha desempeñado el encargo de Lengua y Literatura española, sino investigadora, patente en sus trabajos sobre el Arcipreste de Hita, Don Juan Manuel, Fernando de Rojas, el Tirant lo Blanc, el Marqués de Santillana, Garcilaso, el Quijote, Lope de Vega, el Lazarillo, Antonio Machado, Jorge Guillén o Salinas.

Pero a este vínculo cultural hay que unir otro más personal y sentido. Su propio apellido remite al río que su familia tuvo que atravesar, y del que tomó el nombre, cuando los judíos tuvieron que abandonar España.

Buena parte de sus trabajos han sido traducidos al español. Algunos, como Crítica bajo control, con un título diferente, alusivo en este caso al recíproco control de la teoría sobre la actividad crítica y de ésta a su vez sobre la teoría, porque la edición española ha sido preparada especialmente, con la supresión de algunos capítulos de menor interés para un lector extranjero, y un aumento, en contrapartida, de otros dedicados a autores en lengua española. En el caso de Principios de análisis del texto literario, intento de sistematización de la metodología aplicada tanto al texto como a los grandes problemas de la historiografía literaria, siempre desde una consideración comunicativa de la obra literaria en la interrelación de texto, modelos culturales e historia, su publicación constituyó una primicia, ya que vio la luz antes que la propia edición italiana.

En 1990 obtuvo el Premio Juan Carlos I de la Embajada de España por el mejor artículo publicado sobre nuestro país.

Doctor honoris causa por la universidades de Chicago, Ginebra, Turín y Palma de Mallorca. Presidente de la International Association for Semiotic Studies y de la Société Rencesvals pour l’Étude des Epopées Romanes, de las que actualmente es Presidente honorario. Socio de la Accademia delle Scienze di Torino, de la Commisione per i testi di Lingua de Bolonia, de la Arcadia, de la Académie Royale de Bélgica, de la Academia de Buenas Letras de Barcelona, del Institute of Romance Studies de Londres. Codirector de la revistas Strumenti critici, Medioevo Romanzo y Autografo y miembro del comité directivo de Romance Philology, Poetics Today, Italian Quartely, Il Confronto letterario, Diverse lingue, Testo a fronte, etc. Director de la Nuova Raccolta di Classici Italiani Annotati (Einaudi) y de la colección de Classici Italiani Commentati (Mondadori). Colaborador de La Stampa, Il Giorno, Il Corriere della Sera, etc.

Sus publicaciones superan el millar. La bibliografía de sus escritos, recogida por Gian Battista Speroni para la casa editorial Franco Angeli, recoge un total de 599 referencias bibliográficas hasta el año 1986. En los diez años siguientes publica 428 trabajos. Y desde 1996 hasta su muerte sus investigaciones se han multiplicado sin cesar. Una vocación investigadora, no sólo en el ámbito de la Filología Románica sino en el de la crítica literaria, que ha sido capaz de abrir nuevos y siempre sugestivos caminos que ha sabido recorrer con una dedicación ejemplar.

Juan Paredes