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Samuel G. Armistead

Uno de los medievalistas norteamericanos más destacados, Samuel Gordon Armistead fue a su vez uno de los próceres del hispanismo mundial, además de una gran persona. Modesto, amable, incondicionalmente generoso, y siempre lleno de buen humor, Sam poseyó un intelecto luminoso, una erudición abrumadora, y una pluma prolífica. Murió en Davis, California en el seno de su hogar a los 85 años de edad el 7 de agosto del 2013. Fue en Davis, en la Universidad de California, donde por más de tres décadas ejerció el cargo de Distinguished Professor of Spanish. Durante su larga y fecunda carrera, también le tocó ser profesor en las universidades de Princeton y Purdue, tanto como en las de Pensilvania y UCLA, a la vez de haber sido invitado en muchas otras universidades norteamericanas y europeas. Entre sus tan merecidos galardones, Armistead fue nombrado miembro de honor de la Medieval Academy of America (1973), la American Folklore Society (1991), y la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (1994). En 1990 fue proclamado doctor honoris causa por la Universidad de Georgetown (1990) y por la de Alcalá de Henares en el 2010. Miembro correspondiente tanto de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (1998) como de la Real Academia Española (2009), también fue reconocido con el prestigioso Premio Internacional Antonio de Nebrija de la Universidad de Salamanca (1999).

Sam se crió en Chestnut Hill, Filadelfia, estado de Pensilvania, pero por la sencillez que siempre le caracterizaba nunca se jactó de sus orígenes, a pesar de pertenecer a una de las familias más ilustres y antiguas de Estados Unidos. De joven, asistió a la William Penn Charter School, una institución quaquera. Fue guiado siempre en su temprana educación por su madre, Elizabeth Tucker Russell Armistead, lectora ávida, historiadora, y aficionada a la práctica y al estudio de las lenguags extranjeras, gustos que transmitió a su hijo con creces, y quien las desarrollaría durante el resto de su vida. De joven, Sam quiso aprender a hablar castellano y, a través de familiares y amigos en Cuba, se fue a la isla donde pasó varias temporadas estudiando el español. Pero sus periplos cubanos constituyeron mucho más que un aprendizaje linguístico: cimentaron la base no sólo de su pasión por la lengua, sino por la literatura y la cultura hispánicas, que después Sam convertiría en la materia de una brillante carrera académica. Originalmente destinado a ser abogado o banquero por tradición familiar, durante sus años universitarios en Princeton Sam se encontró con don Américo Castro, quien le encaminó en el hispanismo y le cambió la vida, dejándole a la vez una inconfundible huella en su formaciónnintelectual. Después de graduarse de Princeton en 1950 con los honores más altos (Phi Beta Kappa), se quedó en esa universidad para cursar estudios graduados, doctorándose en lenguas romances y filología españóla en 1955 con una tesis titulada "La gesta de las mocedades de Rodrigo: Reflections of a Lost Epic Poem in the Cronica de los reyes de Castilla and the Cronica general de 1344", escrita bajo la dirección de don Américo.

Aunque Sam se especializó en literatura medieval española, su inagotable curiosidad lo llevó al estudio de otras lenguas (sabía hablar nueve de ellas) y otras materias: el folklore, la etnografía, y la literatura comparada, entre ellas. Su primer puesto de professor universitario fue en la Universidad de California, Los Angeles (UCLA), donde lo contartó la entonces jefe del departamento, Ana G. Krause, distinguida estudiosa de la poesía de Jorge Manrique. En 1957 Armistead emprendió una colaboración que se convertiría en el eje principal de su vida académica: la recolección, edición, y el estudio del romancero hispánico desde una perspectiva comparada. Desde el inicio del proyecto en UCLA trabajó en equipo con dos otros eminentes hispanistas, el filólogo Joseph H. Silverman (1924-1989) y el musicólogo Israel J. Katz (n. 1930), con los cuales desarrolló una vasta obra enfocada principalmente en la tradición oral de las comunidades sefardíes de Marruecos y del Mediterráneo oriental. También colaboró con el luso-brasileñista Manuel da Costa Fontes, sobre todo en cuestiones de la tradición oral del romancero portugués y brasileño. Los amplios estudios de Sam cubren, así, tanto vastas materias como vastos espacios geográficos: el romancero peninsular y el del norte de Africa, y las baladas danesas de las Islas Feroe; la poesía improvisada de Canarias, y el español de los Isleños, los habitantes de raíces canarias de la parroquia de San Bernardo, Louisiana, cuya lengua actualmente corre peligro de desaparecer. Además, Armistead publicó investigaciones sobre materia tan variada como los cuentos del Hermano Conejo (Br'er Rabbit) de la ribera oriental del estado de Maryland, Estados Unidos, y llevó a cabo estudios pioneros sobre múltiples géneros de la tradición oral panhispánica, incluyendo las kharjas, las adivinanzas, la paremeología, y los cuentos folclóricos. Durante su larga y fecunda carrera también realizó estudios importantes sobre la literatura tradicional árabe tanto como la épica pan europea, sobre todo la francesa y la germánica. En el momento de arrebatarle la muerte Samuel G. Armistead había publicado unos treinta libros y casi 600 artículos y reseñas -una producción erudita sencillamente deslumbrante pocas veces lograda por los estudiosos más productivos de nuestra profesión. Su obra sobre el romancero y la tradición oral, pero especialmente la del folclor sefardí, es considerada su opera magna y perdurará. De ahora en adelante lo que siempre faltarán son su profunda sabiduría, su prodigiosa memoria, su cálida amabilidad, su gran sentido de humor -siempre lleno de travesuras e ironías-, su espléndida generosidad, su inacabable pasión y entusiasmo por todo lo hispano, y el calor humano y humanitario de este noble maestro, amigo, e ilustre hispanista, ejemplo para todos.

E. Michael Gerli